martes, 9 de agosto de 2011

Ideas en papel, en 3D

Tras unos pocos días ocioseando sin tener edificios en la cabeza, hoy vuelvo a la carga con un poco de egolatría. Ya que tengo un sexto de arquitecto completo –bueno, por ahí hay alguna recu, pero chitón–, voy a enseñar los proyectos que he ido haciendo a lo largo del curso. No son los mejores, ni los más ingeniosos, ni los más bonitos, pero son como si fueran hijos míos, así que los tengo que querer.

La Bauhaus. Ahí comienza el largo y duro –muy largo y muy duro– viaje arquitectónico. El primer día de clase ya nos atiborraron con diapositivas de la Bauhaus Dessau, escuela de artes de la Weimar de comienzos de siglo. La mayoría de cosas que nos enseñaron, y otras muchas, están en el genial libro Bauhaus de la Taschen, cuyos libros son buenísimos y muy baratos.
El caso es que, aquel primer día, nos hablaron sobre la provocación y la erótica de la arquitectura, a la vez que nos mostraban imágenes de los estudiantes de la Bauhaus danzando y creando cosas sin sentido aparente.

Provocación y erótica. Después de pensarlo un rato, parecía razonable. Si provocas, consigues atención. Con la erótica, haces la provocación atractiva. Está claro que, por muchas buenas ideas que se tengan, si no se llevan a la práctica adecuadamente y no se venden, no se es buen arquitecto. Así que este binomio es fundamental. Es lo que nos han estado pidiendo todo el año, además de planos pulcros y un desarrollo lógico de nuestros proyectos. Y el primero de todos nuestros proyectos fue darle vida al papel.

El papel tiene dos dimensiones en la práctica, ya que nosotros lo usamos como un plano en el que la profundidad "no existe". La dificultad del ejercicio, además de traer a la tercera dimensión el papel, era que se sostuviera sobre una superficie plana apoyándose en 4 puntos, con la intención de crear un hangar. Además, no podía hacerse ningún recorte; todo tenía que resultar de haber doblado el papel.

Material: papel
Formato: A2

La calidad es un poco pésima porque son fotografías de móvil. Este bicho de papel se sostenía mágicamente tras mil modificaciones. En A4 ni se movía, pero al aumentar el tamaño del papel, siendo el mismo material, la cosa cambia.

La segunda parte del ejercicio fue crear otra construcción, esta vez mediante recortes. En este caso no me comí demasiado la cabeza. Empecé a doblar el folio como el anterior, hasta llegar a un punto en el que me decidí a meterle el cutter. El resultado no me emocionó demasiado, pero al menos no se caía, que era la gran pega del ejercicio.


Ahora mismo, las dos estructuras de papel se encuentran bien dobladas en la carpeta de Proyectos que descansa en una balda del despacho del tercer piso, a la espera de ser recuperados junto al resto de sus compañeros. Hasta entonces, seguiré dando a conocer las razones por las que tan pocas veces he visto la luz del sol el último año. Aunque ahora es verano y tampoco lo veo mucho...

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