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jueves, 9 de febrero de 2012

Habitación para dos


El proceso de desarrollo de un proyecto, en el ámbito que sea, requiere de una preparación y de una aplicación de elementos previamente conocidos que se consideran influencias o inspiraciones. La acumulación de datos y la reinterpretación de conceptos han de combinarse para crear algo diferente pero que mantenga la esencia que se ha querido otorgar. 

En el caso de un proyecto arquitectónico de primero de carrera, tampoco hay que comerse mucho el coco. Para el proyecto que tenía entre manos –una habitación compartida para dos estudiantes, con baño incluido– opté por seleccionar elementos muy dispares con el fin de hacerlos converger en algo coherente y fiel a su referente, la habitación individual



Lo primero que me vino a la cabeza, y que se convertiría en una constante, fue una película. 'Tron', el primer film rodado con elementos tridimensionales allá por 1982. No me fijé en su ambiente futurista, sino en el uso contrastado que tienen el azul y el naranja a lo largo de todo el largometraje. Cada color identificaría, de algún modo, a cada inquilino de la habitación, pero tardé mucho en saber cómo integrarlo adecuadamente. De lo que tenía que preocuparme era de la distribución.

Muchos bocetos improductivos después, me di cuenta de que todo lo que dibujaba era más o menos simétrico, dando la impresión de que estaba dividiendo el espacio claramente en dos, condicionado por el número de personas que lo habitarían. Lo que quería era algo que tuviera orden y ritmo, pero sin recurrir a lo obvio. 


Fue entonces cuando se me ocurrió tomar la idea de los colores de 'Tron' y combinarla con otro elemento que también se valía de un contraste cromático similar: Impresión. Sol naciente de Monet, el cuadro con el que oficialmente se dio inicio al Impresionismo. Con la elección de esta obra, añadí a los colores iniciales el negro, y por fin pude empezar a materializar lo que tenía en mente mediante un ideograma y un pictograma.


De este modo, ya tenía una visión de cómo estaría distribuido el espacio. La parte azul representa el agua, la parte negra ilustra la zona de descanso, y la parte amarilla/anaranjada está relacionada con la luz y con las actividades que se realizan de día. Los cuadrados más claros hacen alusión a cómo tendría que fluir el espacio. Gracias al pictograma, ya podía empezar a hacer tangible el proyecto.


La entrada a la estancia ocupa la parte central de un tabique que da a un teórico pasillo. Este primer tercio se corresponde a la zona azul del pictograma. El tercio central, de color negro, consta de la zona de relax formada por un sofá, un armario y un espejo para vestirse cómodamente. Tras el armario se esconde la zona de descanso, donde se ubican las dos camas. En el tercio más alejado de la entrada está la zona de trabajo, que se corresponde con la parte amarilla del pictograma. Los dos escritorios de la habitación están frente a sendos ventanales, con el fin de aprovechar al máximo la luz exterior.


El cuarto de baño está divido en dos partes porque, al ser dos personas las que van a ocupar la habitación, creí conveniente que si la ducha estaba ocupada pudiera usarse el retrete sin interferir o interrumpir ninguna actividad. De este modo, las esperas se hacen más cortas y se aprovecha mejor el tiempo –sobre todo por las mañanas, cuando cada minuto es esencial si hace falta ir al lugar de estudio mediante un medio de transporte–.


La ducha está encajonada entre tabiques porque quería simular el efecto que tiene una cascada en penumbra. Además, la intimidad de la persona que se está duchando permanece intacta si a alguien se le ocurre abrir la puerta. También tuve en cuenta que la anchura y profundidad de este pequeño rincón dieran la sensación de cierta soledad, con la intención de que este espacio supusiera una desconexión con el exterior durante el tiempo que se tarda en tomar la ducha.


La zona de relax no tiene mucho misterio. Un pequeño sofá inspirado en la silla Barcelona de Mies van der Rohe se interpone entre un armario y un espejo. Este espacio está pensado para usarse como vestidor, como zona de desconexión y elemento transitorio entre la entrada y el resto de zonas.


La zona de descanso es el rincón más escondido de toda la habitación. Está formada por un mueble que hace de armario y de separador de la entrada y crea un cubículo en cuyo interior se encuentran las dos camas de los inquilinos. Cada cama tiene un cabecero iluminado, que hace una alusión muy clara a la película de 'Tron'. Es el único elemento que hace una referencia explícita al film, pero se queda en lo anecdótico porque no aporta nada directamente relevante al uso del espacio. Estéticamente, puede gustar más o menos, pero el impacto y el contraste que se generan son indiscutibles.


La zona de estudio no es una zona propiamente dicha, ya que "invade" los espacios de relax y descanso, pero está diferenciada por su uso. La estantería que hace de división entre los escritorios es una representación del pictograma en que se basa la distribución espacial. Aunque no se aprecie en la maqueta, las patas de ambos escritorios tienen un regulador de altura que se adapta a las necesidades del estudiante. Los asientos están inspirados en la silla zig-zag de Gerrit Rietveld, y debido a la facilidad de su representación y a su singularidad, he utilizado el diseño en proyectos posteriores. La mesa amarilla puede no parecer útil si hay una persona durmiendo, porque está directamente comunicada con el rincón de las camas. Si se diera el caso de que una persona trabaja mientras la otra duerme, puede optar por usar el escritorio azul, ya que son exactamente iguales.


En todo el proyecto se aprecia el bicromatismo –tal vez utilizado en exceso– para remarcar que dos personas van a habitar el espacio diseñado. Las camas están demasiado juntas, la zona de trabajo tiene poco espacio útil, la transición entre la entrada y la zona de relax puede resultar demasiado estrecha, y el concepto del baño partido puede no estar representado de una manera óptima. En cualquier caso, la realización del trabajo se ha mantenido fiel a sus principios y el resultado es el de una serie de espacios con usos definidos y diferenciados. A pesar de haber dos inquilinos, no se ha caído en el error de crear una simetría, sino que se ha intentado crear una integración útil y lógica. Por último, decidí que la orientación tenía que ser de cara al Este y cerrar el círculo de ese sol naciente que puede inferirse en este proyecto y en la mayoría de los que realicé a lo largo del pasado año.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Lost in projection


La arquitectura moderna que comenzó sus andadas en el primer tercio del siglo XX bebió mucho de la forma de hacer casas tradicionales de Japón. La ligereza, las líneas puras o la concepción del espacio son algunas de las características que inspiraron a Richard Neutra o a Mies van der Rohe, aunque puede que el más influenciado por la casa nipona fuera Frank Lloyd Wright



Cuando el año pasado nos mandaron proyectar una habitación individual para un estudiante de arquitectura, lo primero que se me pasó por la cabeza fue una escena de 'Lost in Translation', en la que la protagonista –Scarlett Johansson– aparece sentada en la repisa de una amplia ventana mirando la infinitud de Tokio. Antes de idear cómo sería la habitación, pensé en qué quería que se viera desde ella. Por supuesto, la tarea era hacer la habitación, no el exterior, así que decidí inspirarme en la escena y en su contexto.

Como influencias no escogí a ningún arquitecto en concreto, simplemente me dediqué a observar en qué medida estaba presente la esencia japonesa en las construcciones del Movimiento Moderno. Descubrí que aparecía en más sitios de los que yo pensaba, y que era difícil de representar en una habitación de 3,5 x 5 metros. Realmente no sé cuál fue el proceso de selección, pero elegí no ser muy sutil y utilizar como pictograma el shoji, la típica puerta corredera japonesa hecha con papel de arroz.


El papel de arroz permite que un espacio cerrado esté uniformemente iluminado de forma indirecta porque hace de difusor de la luz. Quise que esta particularidad del shoji apareciera en el proyecto pero sin que fuera tan evidente, así que reinventé su uso y lo convertí en un panel luminoso a modo de lámpara. Así, se podía crear una luz que emulase la natural. Ya existen lámparas recubiertas con pequeños shojis, pero no encontré ninguna que tuviera la forma del panel a modo de puerta. El resultado se aprecia en la imagen que encabeza esta entrada.

Sin embargo, no me estaba centrando en la principal cuestión que se nos pedía: la distribución espacial. Tras devanarnos los sesos en busca de la distribución ideal, nos mostraron en clase diversas disposiciones de los muebles, que hacían fluir el espacio de una u otra forma. Nos dieron parte del trabajo masticado. Es peligroso ceñirse exclusivamente a lo que los profesores quieren, como también lo es desmarcarse de las normas establecidas. Hay que encontrar un equilibrio factible, así que realmente no nos solucionaron la vida, pero al menos supimos qué era lo que no querían que hiciéramos.


La división del espacio de mi propuesta de habitación puede interpretarse de dos maneras. Por un lado, se diferencian las zonas de día –a la derecha– y de noche –a la izquierda–. Esta interpretación es peligrosa porque se supone que el usuario es un estudiante de arquitectura, que puede dormir de día –lo que el trabajo le permita– y hacer sus tareas de noche. Por lo tanto, me gusta más la otra interpretación, que se basa en la zona de trabajo –esquina superior derecha–, la zona de descanso –esquina superior izquierda–, la zona de entrada-tránsito –esquina inferior izquierda–, y la zona de evasión-ocio –esquina inferior derecha–. En resumen, el espacio está dividido en cuatro cuadrantes con una función específica.


Como se puede apreciar, no hay apenas mobiliario, pero el espacio está perfectamente definido. La zona de trabajo consta de una mesa plegable anclada a la pared para poder dibujar con comodidad y una silla inspirada en los diseños de Mart Stam. Aquí, la luz de los shojis llegaría con menor intensidad, pero la fuente principal de luz se supone que es la exterior –y, aunque no aparezca, la de una lámpara de escritorio–. Aun así, las estanterías tienen paneles de papel de arroz, que permitirían el traspaso de la luz con la intensidad suficiente como para ser relevante. De esta forma, los libros y demás objetos apilados en las baldas se verían como siluetas en penumbra.


Para la zona de descanso, utilicé el mismo concepto del shoji para crear una iluminación en la cabecera de la cama. El espacio aprovechable para vestirse no es muy amplio, por lo que tal vez debí reducir las dimensiones del armario o arrimarlo más hacia la puerta, lo justo para no acentuar el "efecto pasillo" que se consigue a la entrada de la habitación. La acción de entrar y visualizar la zona de evasión implica que hay un tránsito entre la puerta, la entrada, el ventanal –todo lo que se ve– y las zonas de descanso y trabajo –todo lo que no se ve–. Con esta disposición intenté que se reflejara la fluidez del espacio.

La zona de evasión la dejé para el final, a pesar de tener las características que antes pensé para el proyecto. Aquí es donde se ve claramente la influencia de la escena de 'Lost in Translation', así que ensanché la repisa lo suficiente para que una persona pudiera estar sentada cómodamente. Además, añadí una alfombra inspirada en los tatamis, como un guiño a la escala del cuerpo que ha de rebosar una construcción arquitectónica. Y, habiendo usado el concepto del shoji, creí que estéticamente no quedaría mal.   


En arquitectura, las cosas no han de ponerse porque sí; tienen que tener una justificación. Puede que no eligiera la distribución adecuada, que la presentación no fuera buena –el cartón pluma y yo todavía no nos llevábamos muy bien, como se puede ver en las fotos– o mis influencias no se vieran del todo claras. En cualquier caso, este proyecto es el que más satisfactoriamente realicé de todo el curso, y me sirvió de apoyo para no perderme en el camino de los proyectos posteriores.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Escaleras a lo desconocido


Los planos que se encuentran en una realidad distinta necesitan de un elemento que los relacione para que exista una comunicación entre ambos. Puede parecer puramente matemático o de una profundidad metafísica. Este aspecto ilustra el carácter de la escalera, que puede considerarse estrictamente funcional o una exaltación de la sensibilidad del "más allá".

Peldaño a peldaño, una escalera desplaza al individuo que las usa de una a otra planta, de una a otra altura, de uno a otro espacio, de una a otra realidad. Inconscientemente, se realiza un cambio, y cuanto mayor sea el cambio y menor sea el conocimiento del mismo, más sugerente ha de ser la escalera. Por lo tanto, ese "más allá" no es otra cosa sino el afán de sorprender y de dar a a conocer algo de lo que apenas se sabe.

Esta es la principal razón por la que decidí basar mi proyecto de escalera en el cine mudo de terror, aunque mi intención no fuera la de crear algo que diera miedo. Lo que buscaba era representar la sensación de inquietud y misterio que puede proporcionar una escalera de la que no se sabe su final (como en el comienzo de 'Casas encantadas'). Para conseguirlo, me centré en dos aspectos: la ingravidez inherente a cualquier escalera, y el expresionismo alemán.


Las escaleras flotan. A veces parece que lo hacen físicamente, pero no me refiero a la ingravidez propiamente dicha. El hecho de que la escalera comunique dos elementos quiere decir que no se posiciona ni en uno ni en otro, ubicándose en un punto entre ambas partes que se queda en el aire.

Cuando garabateaba con el lápiz sin rumbo fijo tenía constantemente el fotograma de 'Nosferatu el vampiro' de Murnau en la cabeza, con la siniestra silueta acechando tras la barandilla de la escalera. Poco a poco, empecé a enrevesar los trazos hasta centrar todo el pensamientos en la forma de la barandilla, y me detuve. No quería complicarme, ni hacer algo recargado que pudiera salirse de las condiciones del proyecto.






Así que fui simplificándolo todo y ajustándolo más a la realidad. Finalmente, el peso del proyecto se equilibró, de tal forma que lo destacado era el conjunto en sí, no algo en concreto. A nivel funcional, la escalera tenía que cumplir con la medida adecuada de los peldaños para la comodidad de su tránsito, además de no tener cabezada –que la cabeza no golpease con el techo a la hora de subir o bajar–. Las barandillas, que fueron mi mayor quebradero de cabeza, terminaron siendo líneas rectas y ligeras que iban independientes de la estructura de la escalera, formando unos amenazantes triángulos que intentaban advertir a quien se atreviera a subir.


Los colores del proyecto fueron el blanco y el negro, en clara alusión al cine de las primeras décadas del siglo XX, en especial al film 'El gabinete del Dr. Caligari', que premonitoriamente proyectaron pocas semanas después de la entrega de este proyecto. Sin embargo, decidí que los peldaños tenían que ser grises, pues representaban el único elemento dinámico del conjunto, además de esa ingravidez antes citada. El gris se encuentra el blanco y el negro, y es la mezcla de ambos. Además, así podía aprovechar y realizarlos con cartón-piedra en la maqueta.

La maqueta, casi en su totalidad de cartón-pluma, muestra la "casa" a la que nos mandaron añadirle unas escaleras. No tiene nada más que paredes y techos porque lo importante era la comunicación entre los distintos niveles, no los niveles en sí. Para que se viera claramente mis influencias y para tener una escala humana que permitiera ver con claridad las proporciones, añadí la sombra de Nosferatu, a la que le dí una medida en la realidad de aproximadamente 1,90 metros. En la imagen de la derecha de la maqueta se aprecia el reflejo de la luz, que es una ventana que coloqué en el techo para que su sombra se fuera desplazando por el último piso. Es una alusión invertida de cómo funciona la luz en el espacio, que estudié con el curso ya más avanzado.


Actualmente, esta maqueta no existe. Al ocupar demasiado espacio, decidí quedarme con las escaleras y guardarlas como un recuerdo de lo poco que sabía hace exactamente un año, y de todo lo que queda por aprender.


viernes, 2 de septiembre de 2011

¡Cómprate un bosque y piérdete!


Te pierdes en el bosque. No recuerdas cómo volver, no sabes qué hora es, no hay nadie a tu alrededor... ¡Y no hay conexión WiFi! Únicamente te acompañan una sierra, un martillo y muchos clavos. Tienes que pasar la noche allí, y probablemente va a llover. ¿Qué haces?

En clase simplemente nos dijeron: "imaginad que estáis en el monte". Se hace difícil recrear en un instante un lugar en el que no se está, pero pronto comenzamos a notar la hierba bajo los pies, la humedad, el frescor, el sonido de los pájaros, la soledad... Comenzamos a caminar y escuchamos el crujir de las ramas secas y el ulular de algún búho expectante. Ya en situación, llega el motivo de tal recreación: construir una caseta.


Caseta, choza, chabola, cabaña... Aunque haya diferencias, llámese X. Como de costumbre, primero nos daban una clase teórica sobre lo que íbamos a hacer, lo que habían hecho el año anterior, pistas para saber cómo hacerlo bien, las limitaciones para no salirse demasiado de lo que pedían... Y después nos poníamos a devanarnos los sesos y a dibujar. Creo que el 85% de la clase (y tal vez me quede corto) hicimos prácticamente la misma caseta.



Sin embargo, la forma de unir las maderas fue única para cada caso. Con el pensamiento omnipresente de estar en un bosque, no se podían poner las cosas porque sí. La gravedad, el material fibroso, la lluvia... Había que tener todo eso en cuenta. No se podía tener un contacto directo con el suelo, sino que lo apropiado era elevar la caseta mediante estacas ancladas en el terreno a modo de pilar. El tejado tenía que realizarse de tal forma que el agua no pudiese entrar, y que no bajase directamente por las paredes. Como ejercicio, en su momento me pareció absurdo -como casi todo lo que nos proponían-, pero porque no tenía la mente habituada a pensar arquitectónicamente.


En realidad, esta cabaña fue la antesala de todos los proyectos posteriores, y sirvió para crear un hábito del modus operandi, de tener siempre viva la mente y de estar en una situación constante entre tensión y ansiedad hasta entregar la maqueta, los bocetos, los planos y todo lo demás. Lo de que nos pusieran en medio del monte representa la carencia de ayudas que estamos acostumbrados a recibir a la mínima que tenemos dudas. Dudar implica encontrar una bifurcación en el camino y querer elegir el adecuado. Es lógico, pues, que dudemos, pero no tenemos que andar siempre pidiendo la solución. Lo idóneo es que la encontremos por nuestros propios medios. 


Volviendo a la angustiosa situación del bosque. No queda otra: hay que empezar a construir ya. Así que a encontrar una unidad de medida, a acotar el suelo y a cortar madera. En realidad, mis herramientas fueron un cutter, madera de balsa, y mucha cola blanca. El resultado es el que se muestra en las fotos. No es una maravilla, pero se puede decir que tiene más vida que el 'proyecto piloto' de papel. Para darle realismo, le dibujé clavos en las zonas donde presumiblemente debían ir, aunque ahora sé que muchos de ellos no tienen razón de ser. La madera de balsa es un material muy fácil de manipular, aparentemente frágil pero con mucha resistencia. Después de un año usando cartón piedra -el anticristo maquetil-, creo que esta madera es el material que más a gusto he utilizado. Cortarla es una gozada.


Que no cunda el pánico. Ya hay refugio en el bosque, así que adiós a la intemperie. Ahora sólo falta que venga alguien a buscarte pronto, y no sé si la caseta tiene seguro anti-lobos...

martes, 9 de agosto de 2011

Ideas en papel, en 3D

Tras unos pocos días ocioseando sin tener edificios en la cabeza, hoy vuelvo a la carga con un poco de egolatría. Ya que tengo un sexto de arquitecto completo –bueno, por ahí hay alguna recu, pero chitón–, voy a enseñar los proyectos que he ido haciendo a lo largo del curso. No son los mejores, ni los más ingeniosos, ni los más bonitos, pero son como si fueran hijos míos, así que los tengo que querer.

La Bauhaus. Ahí comienza el largo y duro –muy largo y muy duro– viaje arquitectónico. El primer día de clase ya nos atiborraron con diapositivas de la Bauhaus Dessau, escuela de artes de la Weimar de comienzos de siglo. La mayoría de cosas que nos enseñaron, y otras muchas, están en el genial libro Bauhaus de la Taschen, cuyos libros son buenísimos y muy baratos.
El caso es que, aquel primer día, nos hablaron sobre la provocación y la erótica de la arquitectura, a la vez que nos mostraban imágenes de los estudiantes de la Bauhaus danzando y creando cosas sin sentido aparente.

Provocación y erótica. Después de pensarlo un rato, parecía razonable. Si provocas, consigues atención. Con la erótica, haces la provocación atractiva. Está claro que, por muchas buenas ideas que se tengan, si no se llevan a la práctica adecuadamente y no se venden, no se es buen arquitecto. Así que este binomio es fundamental. Es lo que nos han estado pidiendo todo el año, además de planos pulcros y un desarrollo lógico de nuestros proyectos. Y el primero de todos nuestros proyectos fue darle vida al papel.

El papel tiene dos dimensiones en la práctica, ya que nosotros lo usamos como un plano en el que la profundidad "no existe". La dificultad del ejercicio, además de traer a la tercera dimensión el papel, era que se sostuviera sobre una superficie plana apoyándose en 4 puntos, con la intención de crear un hangar. Además, no podía hacerse ningún recorte; todo tenía que resultar de haber doblado el papel.

Material: papel
Formato: A2

La calidad es un poco pésima porque son fotografías de móvil. Este bicho de papel se sostenía mágicamente tras mil modificaciones. En A4 ni se movía, pero al aumentar el tamaño del papel, siendo el mismo material, la cosa cambia.

La segunda parte del ejercicio fue crear otra construcción, esta vez mediante recortes. En este caso no me comí demasiado la cabeza. Empecé a doblar el folio como el anterior, hasta llegar a un punto en el que me decidí a meterle el cutter. El resultado no me emocionó demasiado, pero al menos no se caía, que era la gran pega del ejercicio.


Ahora mismo, las dos estructuras de papel se encuentran bien dobladas en la carpeta de Proyectos que descansa en una balda del despacho del tercer piso, a la espera de ser recuperados junto al resto de sus compañeros. Hasta entonces, seguiré dando a conocer las razones por las que tan pocas veces he visto la luz del sol el último año. Aunque ahora es verano y tampoco lo veo mucho...