La forma predilecta de las construcciones piramidales ha sido siempre la
pirámide cuadrangular, cuya base es un cuadrado. Las más famosas están en Egipto y México, pero se tiene constancia de la existencia de pirámides en muchos otros lugares del mundo.
Las
pirámides egipcias datan del siglo XXVII a. C. y se dejaron de construir hacia el siglo XIX a. C. La más antigua es la pirámide escalonada de
Saqqara (imagen sobre estas líneas), dedicada al faraón Djoser, pero las más famosas son las de la
meseta de Guiza, por ser el conjunto más numeroso y, sobre todo, por la majestuosidad de las pirámides de Keops (la Gran Pirámide), Kefrén y Micerinos.
La función de estas estructuras tan descomunales era funeraria, y la razón de que fueran tan grandes se puede deber al poder que tuvieron los faraones durante aquel período y sus deseos de vivir eternamente. Actualmente muestran una imagen erosionada y descompuesta, pero teniendo en cuenta de que
llevan en pie casi 5000 años, es comprensible que los faraones las eligieran para trascender el paso del tiempo.
Un complejo que guarda cierta semejanza con el de Guiza es el de
Teotihuacán, en México. Literalmente
la ciudad donde se hicieron los dioses, este asentamiento precolombino creado hace 2000 años alberga un conjunto de edificaciones religiosas piramidales ubicadas geométricamente. Las
pirámides del Sol y de la Luna son las más notorias y, al igual que las pirámides egipcias, guardan cámaras funerarias en su interior. Poco se conoce del pueblo que habitó esta ciudad ni de cómo la denominaba, ya que cuando los aztecas llegaron, ya estaba despoblada y ruinosa.
La ciudad maya de
Chichén Itzá, también en México, cuenta con la pirámide de
Kukulcán. Su fama no se debe a su grandeza (de hecho, no llega ni a los 30 metros de alto), sino por sus características matemáticas especiales que la convierten en un auténtico
calendario que señala los momentos más importantes en las exactas mediciones del tiempo de los mayas.
Todas las pirámides mesoamericanas tienen en común el
templete situado en lo alto, que servía como sala de rituales religiosos. Además, la gran mayoría fueron construidas de forma escalonada, semejante a la pirámide de Saqqara. Curiosamente, este mismo templete se ha repetido en otros lugares del mundo.
Los
zigurats fueron grandes templos piramidales escalonados construidos varios milenios antes de nuestra era, y de los que
únicamente nos han llegado restos pobremente conservados, ya que estaban hechos principalmente de adobe. Todas las ciudades importantes de Mesopotamia, como Babilonia o Ur, contaban con su propio zigurat, dedicado a una u otra deidad. Más que para culto, se usaban como verdaderas moradas de los dioses. La narración bíblica de la
Torre de Babel probablemente esté basada en la construcción de un zigurat.
Otras muestras de estructuras piramidales por el mundo se pueden encontrar en China, la India, la antigua Nubia (Sudán) o Indonesia. Cada edificio cuenta con sus propias características definitorias y están mejor o peor conservados, pero todos ellos coinciden en la forma de pirámide cuadrangular.
Y,
¿por qué pirámides?
¿Por qué molestarse en crear edificios de escala desproporcionada en épocas en las que la mayor parte de la población vivía en casas construidas de forma precaria y poco duradera? Y, en el caso de las pirámides más antiguas, ¿quiénes las construyeron realmente?
Se ha especulado mucho, sobre todo desde el auge de las corrientes
new age, y se ha llegado a decir que las grandes obras piramidales vinieron de la mano de seres de otros mundos. Es una opción que sigue vigente, ya que en bastantes casos se desconoce por completo la forma de construcción de tales moles teniendo en cuenta la tecnología tan relativamente atrasada con la que contaban hace milenios.
Sin embargo,
atribuir estas maravillas arquitectónicas a entidades externas es un menosprecio a la capacidad de creación y de superación del ser humano. Los antiguos ya conocían los cambios astronómicos, las matemáticas y la geometría aplicada, y las explicaciones a los fenómenos más remotos a su alcance correspondían a los dioses. Si dedicaron tanto esfuerzo constructor para levantar grandes estructuras fue por el desconocimiento hacia la trascendencia y la vida después de la muerte, y la razón de escoger la pirámide se debió, posiblemente, a una
simbiosis entre facilidad técnica y simbolismo geométrico. Al fin y al cabo, la intención fundamental era conectar el mundo terrenal con el mundo de los dioses a través del ingenio humano.