Los arquitectos proyectan espacios, y muchos de ellos también se atreven a llenar dichos espacios diseñando muebles. No es de extrañar que lo hagan, ya que los muebles influyen en la concepción de un espacio, en su uso y en su delimitación. La historia de los muebles de arquitectos es larga y muy rica e interesante. También hay diseñadores que han tenido auténticos idilios arquitectónicos a la hora de crear muebles, por lo que, al final, se puede hablar de una convergencia entre ambas disciplinas.
Por encima de todas las creaciones, destaca la producción de sillas. ¿Por qué este mueble y no otro? Las sillas son el lugar donde el arquitecto pasa más tiempo trabajando, pero también relajándose. No quiere decir, en cambio, que todas las sillas que se hacen tengan tal fin.
Una de las sillas más famosas es el modelo MR90 de Ludwig Mies van der Rohe, más conocida como la silla Barcelona.
La Exposición Universal de Barcelona de 1929 fue una pequeña muestra al mundo de lo que los países podían ofrecer. Alemania aprovechó la ocasión para impulsar la cultura germana y dar imagen de un país con gran capacidad industrial y vanguardista, intentando consolidar la República de Weimar y recuperarse de la guerra. Mies van der Rohe, el encargado del diseño del pabellón alemán, aunó los principios del Movimiento Moderno en un sobrio edificio de acero, vidrio, mármol y travertino, que se ha convertido en una de sus obras más características y un exponente del estilo internacional de primera clase.
El conjunto de los estanques, la estatua, los perfiles en cruz y el mobiliario diseñado por Mies fueron el escaparate de un país que quería resurgir de sus cenizas. El éxito del edificio, sin embargo, no se basó enteramente en lo que Alemania quería mostrar, sino en lo que el Movimiento Moderno representaba. Y es una de las claves por las que, aún hoy, sigue siendo un ejemplo de modernidad. Lo moderno no es lo novedoso, sino lo que, siendo del pasado, se mantiene actual en el presente.
Y es precisamente lo que le pasa a la silla Barcelona, la joya de la corona del pabellón alemán. La estructura está hecha de acero inoxidable, muy novedoso en la fabricación de muebles, mientras que el asiento y el respaldo están realizados en cuero porcino. Su forma está inspirada en una silla romana, y su diseño estilizado combina trabajo artesanal y producción industrial.
Su precio ronda los 2000€, aunque es posible encontrar imitaciones –muy logradas– por unos 300€. Hace unos meses, tuve el placer de contemplar una recreación del pabellón alemán de Barcelona en el Museo Guggenheim de Bilbao, en la exposición 'Caos y Clasicismo'. Me llamó mucho la atención porque, a pesar de ser piezas sueltas, el conjunto conseguía revivir la esencia del pabellón original –el que se puede visitar actualmente en el Montjuïc es una reconstrucción–.
La primera sensación que causa ver la silla es querer sentarse sobre ella. Nunca lo he hecho, pero probablemente la siguiente será la de no levantarse nunca de ella. Cuando supe de su existencia –y suponiendo su precio– me propuse comprármela en un futuro. Supongo que no seré el único que lo tenga en mente.
El buen diseño es aquel que presta atención primordial a la funcionalidad, pero sin renunciar nunca a la estética. La silla Barcelona de Mies van der Rohe es el mejor ejemplo.
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