martes, 2 de agosto de 2011

'Metrópolis'


«El mediador entre la cabeza y las manos ha de ser el corazón»



En el apogeo de la civilización, en la culminación de la especie humana como creación suprema, descansan los pilares de 'Metrópolis', película de culto a lo largo y ancho del mundo.
La lucha de clases, tan manida en décadas pretéritas, pero tan presente en nuestra sociedad, es el motor que mueve los acontecimientos del film. En un futuro deshumanizado, donde las máquinas lo controlan todo, viven en el mismo plano los acomodados burgueses y niños de papá junto con el proletariado más explotado.

Los rascacielos que abundan en la enorme urbe muestran un techo simbólico, donde los pensadores y los ricos viven y se deleitan, mientras que, a cientos de metros bajo sus pies, trabaja sin descanso el pueblo obrero, sustentando todo lo que arriba se mueve. La gran mole donde el director de esa ciudad futurista del año 2026 preside todo pretende parecerse a la torre de Babel. De hecho, la introducción y el desarollo de la trama hace una clara alusión al relato bíblico.
Sin embargo, lo que podría referirse a la religión es la figura de María, una oradora que intenta apaciguar a las masas del subsuelo hablándoles de un salvador que terminaría con el sufrimiento. Este personaje representa todo lo bueno, puro y lleno de fe.
El androide que toma la forma de María convirtiéndose en su alter-ego es justamente el contrapunto de su personaje etéreo. Si no fuera por esta aparición, la película simplemente sería una muestra más del expresionismo y de una historia sin nudo y con final feliz.

Pero no. El ser humano puede ser cruel involuntariamente, pero todavía más si se lo propone. El científico que juega a ser Dios, la masa enfurecida que paraliza la ciudad, los excesos, la lujuria, la egolatría y la visión desarraigada de un mundo ajeno a sus habitantes son la parte más odiosa de la película, y la más importante. Es la total deshumanización la que realmente hace darse cuenta al individuo de cuál es su condición y cómo ha de ser su vida para que todo funcione como es debido, cual engranaje de un reloj.


A nivel técnico, y habiéndose realizado en 1927, es soberbia. La madurez visual en el cine empezó a verse en los años 30, siendo 'Metrópolis' una pionera y cabeza de flecha. Ya se habían realizado películas con juegos de planos similares, pero lo que consigue la obra de Fritz Lang es sublime. Incluso a día de hoy puede disimular muy bien lo acartonada que realmente es. Innovó en múltiples aspectos, como en la mimetización de los fondos con los personajes, la liberación de la cámara estática, la superposición de tomas para crear auténticos efectos especiales...



Arquitectónicamente, 'Metrópolis' es una muestra grandiosa del Art Déco. El uso de este estilo, elevado a la enésima potencia, se debe presumiblemente a la búsqueda de una similitud con la ciudad de Nueva York, que ya por aquel entonces pujaba por ser una capital mundial. Era la vanguardia ornamental, un claro ejemplo del poderío y de la innovación, y representante de la riqueza que la vida industrializada podía otorgar. Los edificios que aparecen en la película no son dibujos, sino maquetas.
El sonido es accesorio, pero cumple totalmente con su función y la lleva más allá, pues su banda sonora no se limita a adornar, sino que deleita y se adapta a la perfección a cada fotograma. Cabe destacar que, al tratarse de una película muda, el apartado musical debería ser bueno, pero en la mayoría de películas sin voz se suele obviar.

La valoración final no puede ser mejor, y es que no iba a inaugurar la sección cinéfila con algo infumable. Como reflexión, me gustaría lanzar al aire la siguiente pregunta para aquellas personas que hayan visto 'Metrópolis': ¿se parece la sociedad de ese futuro a la nuestra?


Ficha completa en IMDb.

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