La Coca-Cola es el mejor ejemplo de cómo la cultura americana se ha ido imponiendo a lo largo del siglo XX en el resto del mundo. El consumismo frenético como forma de mantener el sistema capitalista, tan defendido a capa y espada durante –y después– de la Guerra Fría, ha sido el gran objetivo de los Estados Unidos. Los productos, la publicidad, la música, el cine, las series de televisión, la ropa, el arte... Todos los elementos culturales estadounidenses han sobrevolado nuestras cabezas y han condicionado nuestra forma de hacer y de entender las cosas.
Pero el American way of life va más allá. Estados Unidos ama a Estados Unidos, y lo demuestra siempre que se exponen con orgullo sus populosas ciudades repletas de rascacielos, su ajetreado ritmo de vida, sus grandes autopistas y sus acogedoras casas con jardín, porche, garaje y perro.
El modelo es muy simple, y se basa en el binomio centro-extrarradio. En el centro, también conocido como downtown, hay una gran densidad de edificios, tanto empresariales y comerciales como institucionales, pero en esta zona no suele vivir mucha gente. Alrededor del downtown es donde está la masa poblacional. Kilómetros y kilómetros de zonas residenciales conectadas entre sí por amplias y ortogonales avenidas, con decenas de miles de viviendas ajardinadas –generalmente unifamiliares–. También en el extrarradio se ubican los parques tecnológicos y demás superficies de actividad económica. Entre el centro y la periferia están algunas factorías y otros edificios que han sido reconvertidos en viviendas después de su primer uso industrial. Por supuesto, las ciudades no son calcos unas de otras, pero presentan una gran homogeneidad urbana entre ellas.
El Movimiento Moderno tiene mucho que ver en la forma de concebir las ciudades. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como el gigante socioeconómico mundial, y tenía que servir de modelo para que el resto del planeta supiera por qué su modo de vida era digno de imitar. Hasta entonces, las ciudades se concebían como zonas peligrosas y de una dudosa calidad de vida para sus habitantes, así que se intentó buscar una forma de volver a humanizar el entramado urbano.
El arquitecto Frank Lloyd Wright defendía que se distinguiese claramente el centro de los suburbios e imaginaba amplias ciudades con rascacielos de cientos de metros de altura y rodeados por extensos campos llenos de vegetación y salpicados por viviendas unifamiliares. Esta visión también incluía coches voladores, cohetes y formas imposibles, pero la esencia de sus ideas estaba bastante clara: había que vaciar las ciudades.
El proceso, denominado city sprawl, permitió que los americanos de clase media pudieran optar a una vivienda cómoda con jardín y un espacio más individualizado y relajado. El problema radicaba en que todo el mundo querría llevar este modo de vida, así que había que estructurarlo bien. Muchas personas viviendo en casas unifamiliares requería de una gran extensión para poder construir sobre ella. Esta gran extensión necesitaba una infraestructura que permitiese a los habitantes poder desplazarse hasta el centro. Y por esta infraestructura tenía que circular un medio de transporte equiparable al nivel de vida que se estaba intentando fomentar. La solución fue el automóvil.
La gente no iría a sus puestos de trabajo –cada vez más orientados hacia el tercer sector– en platillos voladores como Wright había desarrollado en su imaginación, pero el arquitecto dio en el clavo en cuanto a la necesidad imperiosa de un medio de transporte que guardase los símbolos de individualismo, bienestar, comodidad y poderío económico. El poseer una casa ajardinada y un coche ya existía, pero pertenecía a la élite americana. Con el nuevo planteamiento, y gracias a la nueva y boyante situación en la que se encontraba el país, todo el mundo podía acceder a algo que hasta hacía muy poco era un lujo.
Mucho ha llovido desde la mitad del siglo pasado hasta hoy, pero hay cosas que no han cambiado desde entonces. La imagen de la ciudad americana es un símbolo más de ese way of life que está constantemente en nuestras mentes, aunque no nos demos cuenta. ¿Alguien recuerda una película de Hollywood en la que no se muestre un skyline?
Mucho ha llovido desde la mitad del siglo pasado hasta hoy, pero hay cosas que no han cambiado desde entonces. La imagen de la ciudad americana es un símbolo más de ese way of life que está constantemente en nuestras mentes, aunque no nos demos cuenta. ¿Alguien recuerda una película de Hollywood en la que no se muestre un skyline?
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